Por Miguel Ángel Sandoval
En una de las declaraciones del ministro Jiménez supimos de la toma de control de la cárcel del infiernito que se había convertido, junto con Pavón, en la expresión más clara de la falta de políticas de atención a los criminales en prisión y de cómo la delincuencia tenía el dominio de las cárceles. El tema tiene ahora otras connotaciones pues, de acuerdo por lo indicado por el ministerio de gobernación, hoy el infiernillo está en orden.
Pero el tema es que son varias prisiones en nuestro país, que hace falta de la construcción de otras de máxima seguridad, y que se trata de un tema regional. Lo entendamos o no, lo sepamos o no, pero lo cierto que hace falta entender que los problemas de la delincuencia son regionales, y por supuesto muchas de sus expresiones tienen alcance mundial.
Una idea discutida en Honduras, en el último tiempo, se refiere a la construcción de una cárcel de máxima seguridad para enviar a los delincuentes reincidentes, a una isla en el caribe, al estilo de las islas Marías en México, lejos de la costa, sin señal para internet, sin teléfonos, sin las condiciones habituales en las prisiones tradicionales; y el tema ha levantado un gran polvazón en el vecino país. ^Por cierto en nuestro país, a pesar de los intentos, aun no se logra el control de las llamadas telefónicas, o evitar la señal satelital en las cárceles.
Ong’s discuten sobre los derechos que supuestamente se violarían por ello. Sin analizar los de las mayorías violados en este caso por las maras. Otro tanto hacen los medios ligados a la oposición. Además, todos los partidos critican sin ningún cuidado a la presidenta del país. Incluso hay ambientalistas que se oponen a medidas que lesionarían el medio ambiente, sin pensar en el tema de la seguridad nacional. En una actitud muy parecida a la oposición de Guatemala que antes de oposición democrática impulsan formas claras de boicot y sabotaje a las políticas del gobierno de Arévalo.
Viene a cuento este espinoso tema, debido a que, en el denominado triángulo norte, la delincuencia adquirió en los últimos años, desarrollos realmente intolerables. Hay dificultades crecientes con el narcotráfico, el tráfico de niños, la trata de personas en general, y muchas expresiones delictivas más. Es en este marco que se explica la política de Bukele ante las maras. A pesar de las críticas recibidas. Pero ante la evidencia de la seguridad ciudadana fortalecida, y con el apoyo social de la amplia mayoría de la población de ese país.
Hoy en los inicios de la campaña presidencial hondureña, casi todos los candidatos utilizan la experiencia salvadoreña como el estandarte de su política contra las maras y toda forma de delincuentes especialmente la que representan las maras y la muy desarrollada alrededor del crimen organizado en ese país. Ocurre algo parecido en Ecuador, incluso en Argentina, gobernada por un payaso.
Mientras que en Guatemala no sería nada extraordinario, si en las próximas elecciones las candidatas se dejen crecer la barba, o los hombres salgan dando declaraciones con la cachucha al revés, para decir que serán como Bukele, además en los candidatos hombres renacerá el espíritu de Morazán que ha reencarnado en Nayib Bukele, para molestia extrema de la criollada chapina que todavía tiene ínfulas de capitanía general.
Pero volviendo al punto, es una realidad que la seguridad ciudadana pasa hoy por la construcción de cárceles de máxima seguridad, dado el incremento del crimen organizado y la violencia que genera. De un mejor MP y de manera especial, de un sistema de justicia que no premie al delincuente y que persiga a los honrados.
Por supuesto que sería mejor que la delincuencia se enfrentará con medidas económicas, sociales, con la generación de empleos, el crecimiento de las oportunidades, otras formas de organización y expresiones culturales, pero al crimen organizado y en especial a sus jefes, y su comportamiento y acciones harto conocidas, demanda ser atendido con un mejor funcionamiento del sistema judicial en su conjunto, y en ello las cárceles juegan un rol de primer orden.
No es la alternativa que en lo personal me gustaría, pero creo que es inevitable.